Elegía a Villar de Cañas

 

Casi perdida, Cuenca, en tu tierra

nace una villa

en triste suelo, pobre.

No quisiste arrancar

de la Sierra

de la Alcarria

ni de Mancha

riquezas para engendrarla.

Y así,

Sierra, no es tuya.

¡Como tampoco de Alcarria!

¡Mancha!

¡Te apoderaste de ella!

Y quisiste gloriarte con sus honores,

allí,

perdida,

lejos de ti.

Villorrio medieval.

Aldea

Venta de arrieros.

Ruta colmada de cañas.

Descanso del caminante.

Casa del que peregrina.

Cuna de hombres ilustres

que defendieron la patria,

Jiménez

Luz

Albornoz.

Tu suerte Villa, está en gracia.

Te mima la historia,

Y,

naces

de una derrota. Del hambre

y fin de Alcolea,

donde el incrédulo, apestado,

muere hincando el acero

en tus laderas,

oh Morra,

Y en tu vega, joven Záncara.

Creces

bajo el orgullo de tus molinos,

de tus casas en el campo.

De tus hombres de temple

Que te pasean por la geografía

Diseminando tu casta,

costumbres,

danzas.

Tu patrimonio.

Pequeña. En la llanura te alzas

 

con altivo desafío,

ofreciendo a quien te visita

tus calles largas, anchas,

tus casas blancas.

Son muy chicas las colinas

que te rodean:

Blancares

Cerro La Cuna,

pero te guarda

centinela en la noche de la tormenta

y en la clara,

El Cerro del Pino,

solitario

vigilante

en medio de tus almendros y olivos,

donde mora la graja,

canta el chorlito,

anida la urraca.

Y la perdiz,

la codorniz se codician.

Muy cerca, tu vega

de Záncara,

que besa tus pies, y refresca

las rutas que van a las viñas.

Eres de secano. Pero no quiso Dios

dejarte tan mísera.

Y a tus espaldas puso

La Vega Fría,

El Regajo.

Y en tu vientre, La Pesquera,

bosquejo de fuente,

manantial de cristal

con olor a pinos,

a sargas,

a chopos...

En tus laderas, sembrados

cien pozos se pierden,

brocalados,

diminutos,

con cien clases de agua

que alivia la sed del que pasa

y abreva el ganado.

Los Cobollares,

El Raso...

más fincas te agrandan,

te dan buena tierra

propia para vid,

trigales,

 

oleaje de espigas

en el mar de tu llanura.

Y,

se alejan de ti Las Cabezas,

donde el arte, la cultura

y el cuerpo del visigodo

yacen

esperando otra suerte...

Allí, donde el conejo acaricia su piel,

burlando al cazador.

Allí, salta la liebre

que se esconde entre rocas,

piedras caprichosas,

mohínas,

berroqueñas.

¡VILLA DE LAS CAÑAS!

Rizomas son los cimientos de tus casas.

Rizomas los comienzos de tu

Iglesia vieja y fría,

alegrada con el vuelo del vencejo

que alaba a Dios con su graznido

en el aire.

Rizoma eterna es

la raíz del Árbol Hueco

que

camino de la ermita

saluda a la Patrona.

Despide lastimero

a quien se marcha del pueblo

camino del cementerio.

Tu corazón es

La Plaza

El Arenal

La Fuente.

Tu pulmón, el trabajo del campo.

Tu diversión es la tasca,

el casino:

El Industrial,

La Invencible,

Zaca,

El Mezquito.

Y tu gente es

Noble

Leal

Llana...

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José Luis Olmo Díaz (Josele)

Año 1.973

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 Poesía

© Copyright Gonzalo Mantecón Sáez - 31/08/02